LOS 30 AULLIDOS DE ANTONIO HERNANDO

Con este sugerente título, el cantautor Antonio Hernando, previamente conocido por su apodo “Petete”, retoma su carrera en solitario tras sus primeros inicios y aquel “Haciendo Ruido” grabado en 2009 en Oxford (UK) con músicos ingleses. Tras su paso por el trío acústico “Los tres en raya” (2010-2013), con varias giras y un disco en directo, y sobre todo el grupo “La Banda de Trapo” (2013-2015), que lideró durante los últimos tres años tras dos discos y numerosas giras, el llamado pionero del “rumbanouche'n'roll” vuelve a los escenarios, pero esta vez tras la oscuridad de las bambalinas, el humo entre perdedores, el corazón roto y el vómito del verso, tras un año de composición y gestación (2016) de estas canciones, y la experiencia de haber girado en solitario por países como Alemania, Austria, República Checa, Polonia, Bulgaria, Eslovaquia, Marruecos, Francia, Italia, Reino Unido o Portugal.


EL DISCO

El disco se grabó en los pequeños estudios de La Bizarrería por Miguel Marcos, líder también del grupo Le Voyeur, y productor de bandas tan sugerentes como Swingdigentes, Mani Moore de Los Toreros Muertos, Alex O'dogherty, El Chirly, y tantos otros. Ambos buscaron ese aroma del cabaret añejo, teniendo claro los grandes referentes para afrontar el disco (Tom Waits, Vinicio Capossela y Daniel Melingo, aunque también se citó a Le Punk, a Paolo Conte o Tiger Lillies). La conexión de ambos músicos quedó reflejada en el disco, tocando entre los dos todos los intrumentos que suenan a excepción de los vientos (a cargo de Ignaci Ruiz desde Barcelona), baterías (Richard Libeton desde Holanda) y el tinerfeño Jairo Martín que colabora en un par de pianos de club nocturno (“Memoria de elefante” y “Tinder”).

LAS CANCIONES

El disco es sin duda un álbum conceptual, un viaje de autobúsqueda y superación marcado por la náusea del verso. El protagonista del álbum, el propio Antonio Hernando, devastado por una ruptura sentimental, se sumerge en los mundos nocturnos, reinados por la luna llena, en un horario en el que se mezclan los soñadores románticos con los vagabundos, los perdedores y perdidos, los filósofos de barra y dos hielos y los peores fantasmas que afloran a la superficie entre la dipsomanía y las dosis etílicas. El propio orden del disco no es aleatorio: el álbum arranca con “Memoria de elefante” para poner en situación al oyente (“tu recuerdo constante/ en mi memoria de elefante”), para a continuación vagar por las calles cual licántropo sin rumbo (“Vals sin nombre”) y mezclarse entre la increíble vida de los seres vulgares que las habitan (“Los mayores perdedores del mundo”) y la gente sin historias corrientes que nutren sus versos (“Mighty beat”). Tras una bajada a los infiernos (“El agujero” y “El diablo”), el autor empieza a superar su situación mediante todo lo que ve y observa (“Volviendo a casa”, “Tinder”), e incluso el sabor de otras calles o besos (“Lobotomía #2”), para acabar en el éxtasis final, la superación (“El camino”), que habla de la luz al final del túnel, y cual presentador de circo, llama a todas esas almas perdidas para que le acompañen ahora que ya ha aprendido a salir de su propio agujero.

Todo contextualizado con una música oscura, por momentos con poso de circo, en otros de dark cabaret, e incluso con una sonoridad muy animal, con influencias africanas o de la mismísima Nueva Orleans. 10 canciones estudiadas y elaboradas, en esta nueva aventura musical de Antonio Hernando, con una clara influencia de sus héroes Capossela o Waits, magistralmente dirigido por Miguel Marcos, y que intentará defender en solitario por diferentes antros oscuros y un público dispuesto a escuchar y emocionarse, en tugurios que con orgullo cantará desde Atenas a París, Granada o Madrid, Barcelona u Oporto. Grecia, Francia, Irlanda o Portugal ya están confirmadas.

Un viaje infinito que acaba de empezar.